José Naranjo. El País. El salón está decorado de manera austera. Una gran alfombra en el suelo, un televisor siempre
sintonizado con el informativo de France24 en un rincón y un cuadro con una sura del Corán apoyado en la pared que
atrae mi atención. En la esquina opuesta, hay una mujer vestida con una melfa
color turquesa rodeada de un pequeño ordenador portátil y tres teléfonos
móviles. Cuando me ve entrar, se levanta con una franca sonrisa, me saluda
dándome la mano y me invita a sentarme. “El cuadro lo acabo de comprar, lo
colgaré un día de estos”, me dice, divertida por mi curiosidad. Es Nina Wallet Intalou, la única mujer miembro del Consejo Político del Movimiento
Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), el grupo armado que
el pasado 17 de enero, hace ahora casi un año, inició una revuelta que acabó por
desestabilizar a todo Malí.
Estamos en Nuakchot, la capital de Mauritania. Hasta aquí se
trasladó Intalou hace ya algunos meses con parte de su familia en busca de un
poco de seguridad para ella y sus hijos, consciente de que en Bamako, donde
residía, podía sufrir algún tipo de ataque. Suena uno de los teléfonos. Una de sus tareas es la de coordinar los
movimientos de las unidades del MNLA que están sobre el terreno. Habla unos minutos en árabe con voz
autoritaria y luego cuelga. Me mira y la sonrisa vuelve a aparecer. “Disculpa, llevamos doce horas intentando localizar al grupo
de Mohamed Ag Najim” (se refiere al jefe militar
del MNLA).“¿Está en el norte de Malí?”, le pregunto. “Está en
el Azawad, siempre ha estado allí”, responde de manera enigmática.
Nina Wallet Intalou nació en 1963 en Kidal y es tuareg por todos los costados,
miembro de la poderosa tribu de los Idnane. Implicada desde muy joven en la
lucha de su pueblo por tener un estado propio, con solo 20 años se fue a Costa
de Marfil para sensibilizar a otros países africanos en la causa tuareg. En
Abidjan, esta licenciada en Derecho contrajo matrimonio con un rico hombre de
negocios y se convirtió, a su vez, en empresaria, poniéndose al frente de una
compañía de construcción con 250 asalariados. En cierta forma, Nina Wallet Intalou simboliza el potente rol que
las mujeres desempeñan en la cultura tuareg. Tras divorciarse,
regresó a Kidal, donde en 1997 es
elegida alcaldesa. Sin embargo,nunca llegó a ocupar su
puesto porque las
presiones del incipiente islamismo radical que se estaba instalando en la
región y que no podía consentir que una mujer ocupara un puesto de tal
responsabilidad se lo impidieron.
Ya entonces percibió con total nitidez que esa suerte de yijadismo
que empezaba a llegar a su región natal procedente de tierras lejanas no tenía
nada que ver con su tradición o con su forma de entender la religión islámica.
“Los tuaregs estamos muy apegados a nuestras costumbres y toda nuestra cultura reposa sobre la mujer, que es
muy libre de hacer lo que quiera y vestir como quiera. Vivimos un Islam
tolerante y abierto”, asegura.
Imagen alegórica de la importancia de la mujer en la cultura tuareg (Tin Hinan es la fundadora mítica y madre de todos los tuaregs) |
El 17 de enero de 2011, hace un año, estalló la
enésima rebelión tuareg, la
última de una larga serie de levantamientos que comenzaron en la época del
colonialismo francés, se repitieron en los años sesenta, tras la creación del
estado de Malí, y volvieron a estallar en las dos últimas décadas. “De
repente”, explica, “la generación de mis padres vio cómo llegaba gente del sur
para administrar nuestra tierra, nuestros recursos y nuestra forma de vida. Y, como habían hecho sus abuelos y hacemos ahora
nosotros, dijeron no y se levantaron en armas”, asegura Nina
Wallet Intalou, quien no dudó ni un instante en dar un paso al frente cuando en
noviembre de 2011, junto a un puñado de jefes tribales y su amigo Mohamed Ag
Najim, quien formó parte del Ejército de Gadafi en Libia, participó en la
creación del MNLA.
La primera ciudad en caer fue Ménaka, el 17 de enero, luego
vendrían Aguelhoc, Anderamboukane, Tessalit... Sin embargo, los rebeldes no estaban solos. Un grupo armado también tuareg, pero
de ideología islamista radical, aprovechó el empuje del levantamiento para
situarse en el confuso escenario. Se trataba deAnsar
Dine (Defensores de la
Fe). Al frente, el histórico líder tuareg Iyad
Ag Ghalique lideró las revueltas de los años noventa. “Yo trabajé a
sus órdenes entonces. Era alguien en quien en su momento confiábamos y cuando
nació el MNLA, pidió ser secretario general del movimiento. Pero la mayoría lo
rechazó por su mala gestión de los acuerdos de paz de los noventa y sus vínculos cada vez más estrechos con Al Qaeda
del Magreb Islámic (AQMI)”, asegura Wallet Intalou, quien añade
que “los notables le pidieron que se integrara en el MNLA como un jefe militar
más o que se retirara, pero él dijo que no, que iba a crear un movimiento
armado propio. Así nació Ansar Dine”.
La líder tuareg insiste en que “en realidad nunca estuvimos
juntos. Cada vez que tomábamos una ciudad, llegaban ellos y se instalaban. Pero
les dejamos hacer, eran tuaregs como nosotros. Sin embargo, pronto nos dimos
cuenta de cuál era su estrategia: llegaban a las ciudades y corrompían a la
gente con el dinero de AQMI para que ingresaran en sus filas, para que les
permitieran instalarse allí. Ansar
Dine es la correa de transmisión de los yijadistas, es la llave que les ha
permitido controlar toda la zona. Ha sido una enorme traición de Iyad Ag Ghali
a su propio pueblo”.
Guerrilleros del MLNA |
Durante dos meses, el empuje combinado de rebeldes tuaregs y
de Ansar Dine logró hacer retroceder al Ejército de Malí, que, a finales de
marzo, perdió definitivamente el control sobre este vasto territorio cuando, en un solo fin de semana, cayeron las tres
principales ciudades del norte del país, Kidal, Gao y Tombuctú.
El Ejército maliense, desconcertado tras el golpe de estado del 21 de marzo en
Bamako, huía en desbandada hacia el sur y se instalaba en las cercanías de
Mopti. Pocos días después, el MNLA proclamaba de manera unilateral la
independencia del Azawad. Sin embargo, las desavenencias con Ansar Dine y sus
aliados terroristas de AQMI y el Movimiento por la Unicidad de la Yijad en África
del Oeste (Muyao) surgieron pronto. Y Nina
Wallet Intalou, que había sido nombrada responsable de la Mujer y la Familia
del gobierno provisional del Azawad, volvió a dar un paso al frente.
Las mujeres tuareg empezaron a ver cómo los recién llegados
pretendían aplicar una visión estrecha y radical de la ley islámica o sharia
que incluía, entre otras medidas, la obligación de llevar velo o la prohibición
de hablar con un desconocido por la calle, fumar o conducir una motocicleta. Y
en Kidal se produjo la primera reacción. El 5 de
junio de 2012, las mujeres se echaron a la calle en claro desafío a los
islamistas radicales. Y estos
respondieron a golpes. Nina
Wallet Intalou lideró entonces, desde la distancia, la respuesta a estos actos
de violencia. “Lo que ha pasado hoy en Kidal no había ocurrido nunca. Jamás habíamos visto a mujeres golpeadas como hoy
porque en la cultura tuareg esto no se puede hacer, incluso si una mujer es
golpeada por su marido, esto implica directamente el divorcio. Pero es peor aún, porque estas mujeres
se manifestaban hoy por su libertad y los hombres las han golpeado como se
golpea a los animales”, dijo entonces Intalou, quien además encabezó la
corriente dentro del MNLA para que su movimiento rompiera lazos de manera
definitiva con los salafistas.
No tuvo que pasar mucho tiempo. Por más que ambos grupos
estuvieran formados por tuaregs, la visión
independentista y laica del MNLA no podía convivir mucho tiempo con el yijadismo
radical de Ansar Dine y sus socios AQMI y Muyao. A finales de
junio, Gao fue el escenario de violentos enfrentamientos entre unos y otros que
se saldaron con la derrota de los rebeles tuaregs que se vieron obligados a
dispersarse por el norte de Malí o a huir hasta la vecina Burkina Faso.
“Tenemos la voluntad y la capacidad para atacar y defendernos, pero Ansar Dine
y sus aliados tienen medios y armamento más sofisticados. Se les ha unido mucha
gente, egipcios, tunecinos, argelinos, chadianos, nigerianos…”, explica
Intalou.
Desde julio, tras la derrota militar del MNLA, la aplicación
de la sharia se ha hecho más patente: lapidación de una pareja en Aguelhoc por
tener hijos sin estar casados, amputación de manos y pies por robar, latigazos
por fumar, beber alcohol o adulterio y todo un entramado de prohibiciones
(escuchar música, jugar al fútbol, ver la televisión, tocar a alguien de
distinto sexo, etc) de las que las mujeres salen las peor paradas. “Están consiguiendo convertir el Azawad en un
infierno para la mujer. Eso es lo que la comunidad internacional debe entender,
que mientras no se produzca una reacción y expulsemos a todos esos yijadistas
de nuestra tierra, no habrá descanso, seguiremos en lucha. Nunca nos sentaremos
a negociar con esta gente, nunca”, añade.
La líder tuareg defiende que se produzca una intervención de
la ONU para expulsar a los terroristas de AQMI y Muyao. “No queremos que vuelva
el Ejército de Malí o una fuerza militar de la Cedeao porque van a disparar
contra todo el que tenga la piel blanca, va a ser una masacre. Que lo haga la
ONU, nosotros estaremos con ellos para expulsar a todos aquellos que quieren
imponer una ley y una religión extraña a nuestro país. Pero luego hay que arreglar el problema tuareg, tiene que
reconocerse nuestro derecho a la autodeterminación, que Malí se convierta en
una federación o que se nos dé una amplia autonomía. Es lo
justo”, explica.
Sin embargo, sobre los rebeldes tuaregs también recae la sospecha de abusos y actos violentos contra la
población civil, tal
y como aseguran recientes informes de Amnistía Internacional y Human Rights
Watch. “No estamos de acuerdo con esos informes, no se han producido
investigaciones sobre el terreno. No tenemos miedo de una investigación, no hemos llevado a cabo violaciones ni ejecuciones.
Para hacer esos estudios han preguntado a los tuaregs que están en Bamako y
casi todos están con Malí y contra nosotros, no son imparciales. Los
investigadores deben ir al terreno, a Kidal, a Gao y a Tombuctú para
preguntar”, se defiende.
Mientras el conflicto de Malí aguarda por una
solución, Nina Wallet Intalou no descansa ni un instante desde su exilio en
Nuakchot. Acaba de regresar de los campamentos de M’bera, al sur de Mauritania,
donde decenas de miles de refugiados del norte de Malí esperan también poder
volver a su país. “En M’bera la situación es terrible, la ayuda
humanitaria llega con cuentagotas y hay familias enteras expulsadas de sus
hogares con lo mínimo”. Sus opiniones son controvertidas y pertenece a un
movimiento rebelde en el ojo del huracán por haber desencadenado el conflicto
que hoy sacude a Malí. Pero Nina Wallet Intalou, que fue definida por un
negociador maliense como “el hombre fuerte” del MNLA,no cede ni un ápice en sus posiciones, las mismas
que ha defendido toda su vida. “No
pararemos hasta que seamos libres en nuestra propia tierra, tanto los hombres como las mujeres, y no
permitiremos que venga nadie a golpearnos, educarnos o decirnos cómo debemos
vivir”.
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