lunes, 4 de febrero de 2013

La guerra que intentan ocultar

“Se está produciendo una persecución que sobrepasa los motivos bélicos y que tiene que ver con el origen étnico de los sospechosos.”




José Naranjo. Hace sólo dos semanas publiqué un post en este mismo blog llamado “Una guerra sin focos (por ahora)”, en la que denunciaba el bloqueo informativo sobre el conflicto de Malí. Ahora que la guerra está un momento clave, ahora que Gao y Tombuctú están siendo “liberadas” y que se persigue a los yihadistas “puerta a puerta”, hay que decir que aquellos primeros temores se han confirmado por completo. Francia oculta esta guerra y la represión que trae consigo y Malí se limita a seguir, encantada de la vida, las consignas que emanan de la Quai d’Orsay.

Este conflicto ha supuesto la puesta en marcha de toda una estrategia de propaganda que se sustenta en dos pilares. En primer lugar, el bloqueo de los periodistas mediante un intrincado sistema de controles militares que impide llegar allí donde se está produciendo la noticia. Los cientos de periodistas que están en Malí no han venido aquí de turismo ni a permanecer sentados en bares y restaurantes reactivando el sector hostelero maliense. Han venido a hacer su trabajo. Y Francia lo impide.

No podemos decir todo, no podemos mostrar todo. Esto será una visita guiada”. Estas sintomáticas palabras las pronunció el capitán Keita, encargado de comunicación del Ejército maliense en Sevaré, el pasado sábado cuando, tras ejercer mucha presión, se autorizó el paso hasta Konna a un convoy de unos 20 vehículos llenos de periodistas. Escoltados por los militares, plumillas, cámaras y fotógrafos llegamos a este pueblo dos semanas después de que se hubiera librado allí una intensa batalla. Tiempo suficiente, claro está, para llevar a cabo la necesaria “limpieza” y adoctrinamiento de la población. “Hay cosas que no se pueden mostrar”.

El segundo pilar de la estrategia consiste en abrir esa espita sólo a los medios “amables”. Es decir, a las cadenas de televisión y medios públicos ya sujetos a un estricto control por parte del Estado. Salvo algún hábil y experimentado periodista local que ha logrado colarse por sus propios medios y contactos, en Gao están France24, Radio France International y la maliense ORTM para contar lo que el Elíseo decida que se cuente, trasladados hasta allí en un cómodo avión de guerra francés.

Soldado maliense golpea brutalmente a un anciano tuareg hace uno días.
Hace poco más de una semana salió publicada al mismo tiempo en L’Express y en El País una noticia con las primeras evidencias de que se estaban llevando a cabo ejecuciones sumarias y todo tipo de abusos contra población civil acusada de colaborar con los yihadistas o simplemente señalados por proceder del norte y ser, por tanto, “sospechosos”. La publicación de esta noticia generó en los días posteriores una gran ola de reacciones pues todos los medios se aprestaron a seguir la pista. Un curtido fotógrafo de Associated Press logró sacar una fotografía de cadáveres amontonados en el fondo de un pozo.

Pero, sobre todo, lo que provocó esta información fue un enrarecimiento de las relaciones entre los ejércitos de Malí y Francia y la prensa. Esta noticia, totalmente contrastada con imágenes y testimonios, ponía en entredicho el carácter “benéfico” de la intervención francomaliense y podía afectar a la imagen redentora de las tropas galas, que no han hecho ningún esfuerzo por saber lo que está pasando realmente. Esto es, sin duda, parte de “lo que no se puede decir ni mostrar”.

A los periodistas que llevamos una semana en Sevaré nos han intentado expulsar varias veces a Bamako tras la publicación de esta noticia. Los militares malienses han llegado a venir a exigirnos que nos vayamos, ordenando al dueño del hotel que preparara todas las facturas y nos pusiera en la calle. Sólo las quejas al más alto nivel impidieron este acto que hubiera vulnerado las mínimas normas, acuerdos y convenios relativos al trabajo de periodista. Pero las presiones están ahí.

Les dejo de nuevo con el capitán Keita: “Esta visita a Konna es una prueba, si hacen su trabajo con profesionalidad luego les podremos llevar a Douentza y a Gao”. Los militares convertidos en jefes de redacción y los periodistas en una especie de ganado al que conducir con la vieja técnica del palo y la zanahoria. Pero las evidencias de que se está produciendo una persecución que sobrepasa los motivos bélicos y que tiene que ver con el origen étnico de los sospechosos están ahí. Para quien quiera verlas.

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